Henrik versuchte den Deckel des Birkenholzzylinders zu öffnen. Aber das war nicht so einfach, denn er musste zuerst die Versiegelung lösen. Als die Urne endlich geöffnet war, konnte Henrik der Versuchung nicht widerstehen, einen Blick ins Innere zu werfen.
Die durchschnittliche Aschemenge, die nach der Einäscherung eines Erwachsenen freigesetzt wird, beträgt 3 bis 3,5 Liter.
Er schüttelte das Gefäss, um die Konsistenz der Asche zu prüfen. Es raschelte, helle Flocken flogen auf.
Asche besteht vor allem aus Oxiden und (Bi-)Karbonaten diverser Metalle. Von einem modernen Menschen bleiben ausser Calcium, Kohlenstoff, Stickstoff, Phosphor, Kalium, Schwefel, Natrium, Chlor und Magnesium auch Dioxine, Quecksilber und Antibiotika übrig.
Die Asche war nicht homogen, es gab dunklere und hellere, kleinere und grössere Partikel.
Knochen besteht zu einem großen Teil aus Calcium, welches in der Regel eine gewöhnliche Verbrennung weitgehend unbeschadet übersteht.
Am Waldrand hinter dem Haus bewegten sich die Wipfel einiger Fichten, aber hier im Garten war es windstill.
Wie wirft man die Überreste eines verstorbenen Menschen in die Luft? Die Asche würde ohne Wind sofort auf die Erde plumpsen. Man könnte sie um die Birke streuen, als Dünger sozusagen; aber das entsprach nicht dem Bild, das Henrik umsetzen wollte.
Er versuchte den folgenden Gedanken zu verscheuchen, aber er kam zurück und bemächtigte sich seiner Einbildungskraft: Würden die geschmolzenen Goldklümpchen aus Linas Zähnen auch fliegen?
Die Luft war leicht. Die Wipfel am Waldrand wippten hin und her, ein Wiegen zwischen Wehmut und Vergessen, Schuld und Gerechtigkeit.
Muss alles zurück zu Ursprung, weil Gesetz der Natur … zur Seite treten, Platz machen für andere … so alles wieder im Gleichgewicht … ist gut so, weil gerecht, gerecht …
Endlich griff eine Böe in das Geäst der Birke, Henrik hob die Urne in die Höhe und schüttelte, Linas Asche flog durch die Luft, feine Partikel setzten sich auf Hüte, Mützen und Haare; einige Trauergäste wichen erschrocken zurück, andere blieben tapfer stehen; Staub wirbelte um den Stamm herum und flog nach Süden davon. Die spärlichen Blätter und Zweige in der Birke flüsterten; unentzifferbare Wörter lösten sich vom Baum, flatterten davon und bestreuten die Welt mit verworrenen Bedeutungen.
Lina, nun kehrst du zurück nach Hause. Elversbacke war dein Nest, aus dem du als Kuckucksei gefallen bist. Dein Leben war der Versuch, nach Hause zu finden. Nach einem Zuhause, das es nicht gibt und nie gegeben hat. Du bist den Pflanzen näher als den Menschen. Eigentlich bist du den Bäumen am nächsten – Bäumen, die es nicht gibt: mit Luftwurzeln, die in den Himmel wachsen. Dein Zuhause ist dieser Baum. Und der Himmel über dir. Der Wolkenkuckuckshimmel.
Als sie das Haus verliessen, hatte sich die Böe gelegt. Die Baumwipfel am Waldrand standen still, die wenigen Blätter von Linas Birke hingen schlaff an den Zweigen. Der Baum befand sich in der Winterstarre. Aber tief in der Erde arbeitete er an seinem Wurzelwerk weiter, das ihn mit allen Bäumen der Erde verbinden würde.
Aus:
Karl-Gustav Ruch: Linas Baum. Leipziger Literaturverlag, 2024.
Karl-Gustav Ruch, geboren 1954 in Zürich, lebt seit 1990 in Barcelona. Er arbeitete als Deutsch- und Musiklehrer und ist derzeit als freier Autor tätig. Ab 1987 erste Veröffentlichungen von Kurzgeschichten und Essays in literarischen Zeitschriften. 2004 erschien sein Erzählband Talgo Pendular (Eremiten-Presse), 2011 Hinter der Wand – Geschichten zwischen Zürich und Barcelona (edition 8) und 2017 Das letzte Fenster (hockebooks).
Mit der Erzählung Hinter der Wand wurde er 2009 für den Ingeborg-Bachmann-Preis nominiert.
Sein neuestes Buch, der Roman Linas Baum, ist im Mai 2024 bei Sisifo im Leipziger Literaturverlag erschienen und bis Ende August zum Subskriptionspreis beim Verlag erhältlich. Ab September 2024 erscheint es im Buchhandel.
Karl-Gustav Ruch
Die Textrechte dieses Beitrags liegen beim Verlag, die Bildrechte bei Marc Dahinden, Pressefotograf in Winterthur.
EL ÁRBOL DE LINA
(Extracto del capítulo 14 de la novela del mismo nombre. Traducción al español por el autor.)
Henrik intentó abrir la tapa del cilindro de madera de abedul. Pero no fue tan fácil, porque primero tuvo que romper el sello. Cuando por fin abrió la urna, Henrik no pudo resistir la tentación de echar un vistazo al interior.
La cantidad media de ceniza que se libera tras la incineración de un adulto es de 3 a 3,5 litros.
Agitó el recipiente para comprobar la consistencia de la ceniza. Crujió, salieron volando copos de color claro.
La ceniza se compone principalmente de óxidos y (bi-)carbonatos de diversos metales. Además de calcio, carbono, nitrógeno, fósforo, potasio, azufre, sodio, cloro y magnesio, de un ser humano moderno también quedan dioxinas, mercurio y antibióticos.
La ceniza no era homogénea, había partículas oscuras y más claras, pequeñas y más grandes.
Los huesos se componen en gran parte de calcio, que suele resistir prácticamente indemne la incineración normal.
En el linde del bosque detrás de la casa, las copas de algunos abetos se agitaban, pero aquí, en el jardín, no había viento.
¿Cómo lanzar al aire los restos de un difunto? Sin viento, las cenizas caerían inmediatamente al suelo. Podría esparcirlas alrededor del abedul como si fuera abono, pero esa no era la imagen que Henrik quería plasmar.
Intentó ahuyentar el siguiente pensamiento, pero volvió y se apoderó de su imaginación: ¿volarán también las pepitas de oro fundido de los dientes de Lina?
El aire era ligero. Las copas de los árboles al borde del bosque se balanceaban de un lado a otro, oscilando entre la melancolía y el olvido, la culpa y la justicia.
Todo tiene que volver al origen, es la ley de la naturaleza … hacerse a un lado, hacer espacio para los demás … así todo está en equilibrio de nuevo … es buena cosa, porque es justo, equitativo …
Por fin, una ráfaga de viento alcanzó las ramas del abedul, Henrik levantó la urna en el aire, la agitó, las cenizas de Lina volaron por los aires, finas partículas se posaron en sombreros, gorras y cabellos; algunos presentes retrocedieron asustados, otros valientemente resistieron de pie; el polvo se arremolinó alrededor del tronco y voló hacia el sur. Las escasas hojas y ramas del abedul susurraron; palabras indescifrables se desprendieron del árbol, revolotearon y salpicaron el mundo de significados confusos.
Lina, ahora vuelves a casa. Elversbacke fue tu hogar, del que caíste como un cuco de un nido ajeno. Tu vida fue un intento de encontrar tu nido propio. Un nido que no existe y nunca ha existido. Estás más cerca de las plantas que de las personas. En realidad, estás más próxima a los árboles, árboles que tampoco existen: con raíces aéreas que crecen hacia el cielo. Tu hogar es este árbol. Y el cielo sobre ti. El cielo de los cucos y las nubes.
Cuando dejaron la casa, la ráfaga había amainado. Las copas de los árboles de la linde del bosque estaban inmóviles, las pocas hojas del abedul de Lina colgaban sin fuerza de las ramas. El árbol estaba hibernando. Pero en lo más profundo de la tierra, seguía trabajando en su sistema de raíces, que lo conectaría con todos los árboles de la tierra.
Karl-Gustav Ruch, nacido en Zúrich en 1954, vive en Barcelona desde 1990. Trabajó como profesor de alemán y música y actualmente es autor independiente. Empezó a publicar cuentos y ensayos en revistas literarias en 1987. Su colección de relatos Talgo Pendular (Eremiten-Presse) se publicó en 2004, Hinter der Wand – Geschichten zwischen Zürich und Barcelona (Edition 8) en 2011 y Das letzte Fenster (hockebooks) en 2017.
Fue nominado al Premio Ingeborg Bachmann en 2009 por su relato Hinter der Wand.
Su último libro, la novela El árbol de Lina, fue publicado con el sello Sisifo por Leipziger Literaturverlag en mayo de 2024 y está disponible en la editorial a precio de suscripción hasta finales de agosto. Aparecerá en las librerías a partir de septiembre de 2024.
Karl-Gustav Ruch
Los derechos de texto de este artículo pertenecen a la editorial, los derechos de imagen a Marc Dahinden, fotógrafo de prensa en Winterthur.